NUEVA YORK — Kyle Higashioka, el jugador más veterano de la organización de los Yankees, pensaba que sabía cómo se sentiría dar un hit de oro en Yankee Stadium. Había experimentado la emoción de la victoria muchas veces antes, saliendo desde el dugout disparado para celebrar el batazo ganador de un compañero, pero nunca había tenido esa oportunidad para sí mismo.
El domingo, cuando Higashioka llegó a la segunda base con el doblete ganador del encuentro, poniendo punto final a la insólita victoria de los Yankees por 4-3 en 13 innings sobre los Cerveceros, dio la vuelta para encontrarse de golpe con Aaron Judge, el venezolano Gleyber Torres y otros que ya intentaban arrancarle la camiseta del uniforme, golpeando al receptor en medio de una lluvia de semillas de girasol y chicle.
“Estaba esperando que no me quitaran todo. Nadie necesita ver eso”, declaró Higashioka, que está en su séptima temporada con Nueva York. “El apoyo de los muchachos es una gran sensación. Espero que nos unamos y juguemos bien el resto de la temporada. Este último tramo del año dice mucho del carácter. Hay que esforzarse al máximo y jugar lo mejor posible, sean cuales sean las circunstancias”.
Y esas circunstancias, durante la mayor parte de la tarde del domingo, habían sido una combinación de frustración y rareza. Uno por uno, los Yankees pasaron la mayor parte del día volteando a su derecha y caminando de vuelta al dugout, incapaces de descifrar a Corbin Burnes durante ocho innings en los que no pudieron darle un hit. Afortunadamente para los Yankees, Gerrit Cole se fajó palmo a palmo con Burnes, lanzando también en blanco.
El bullpen de Milwaukee mantuvo a los Yankees sin hits por nueve innings, y luego por 10, cuando Sal Frelick y Joey Wiemer chocaron durante la sensacional atrapada de Frelick cerca de la pared del jardín derecho que le robó a Anthony Volpe lo que podría haber sido un hit ganador, dejando a Wiemer con la boca llena de sangre.