El fútbol tiene formas caprichosas de contar historias, y lo vivido en el Estadio Cibao FC la noche del empate 1-1 entre los dominicanos y Chivas de Guadalajara en la Copa de Campeones de Concacaf es prueba de ello.
Un resultado que podría interpretarse como una proeza para los locales y una catástrofe para los visitantes, pero que también deja un sabor amargo por lo acontecido en el tiempo de reposición y el desorden en las gradas Este del estadio, protagonizado por aficionados mexicanos.
David contra Goliat en la cancha
Cibao FC, con la humildad de un equipo que enfrenta a un gigante del fútbol mexicano, planteó un partido ordenado y efectivo. Se puso en ventaja desde los primeros minutos, aprovechando una de las pocas oportunidades que generó.
Desde entonces, la muralla defensiva del equipo local resistió el asedio de Chivas, que parecía cada vez más desesperado e inoperante ante un rival con menores recursos, pero con mayor determinación.
Sin embargo, cuando todo indicaba que el equipo dominicano haría historia con una victoria, el arbitraje entró en escena como protagonista indeseado. El trinitense Kwinsi Williams, con una decisión cuestionable, adicionó nueve minutos que se convirtieron en diez. Justo en la última jugada cayó el empate que desató la euforia visitante y la indignación local.
No es la primera vez que un equipo dominicano se ve perjudicado en torneos internacionales por decisiones arbitrales que, al menos, generan dudas sobre su imparcialidad.
El bochorno fuera del campo
Si el desenlace del partido ya dejaba sensaciones encontradas, los incidentes en las gradas y la conferencia de prensa pusieron la cereza en el pastel de una noche caótica. La barra brava de Chivas, en una conducta reprobable, encendió bengalas y protagonizó disturbios que requirieron la intervención de la Policía Nacional y la seguridad del estadio.
Un episodio lamentable que, lejos de representar la pasión del fútbol, expone la necesidad de fortalecer el control sobre los aficionados en torneos internacionales. Sin embargo, esto no debe hacernos perder la esencia de la hospitalidad; la afición local ya ha demostrado su respeto por el juego y debe seguir siendo un ejemplo.
Por si fuera poco, en la conferencia de prensa posterior al partido, un aficionado de Chivas logró colarse y exigir la renuncia del técnico Óscar García. Su irrupción, lejos de ser un hecho aislado, refleja el descontento que vive la afición rojiblanca ante un equipo que no logra convencer ni siquiera cuando enfrenta a rivales que, según la teoría, deberían ser fácilmente superados.
La crítica ha sido feroz en la prensa mexicana, donde el empate ante un “desconocido” Cibao FC ha sido visto como un signo de crisis profunda en el equipo tapatío. Incluso, sus aficionados desplegaron grandes letreros y pancartas criticando a sus directivos.
Más que un resultado, una demostración
Para Cibao FC, el empate tiene dos caras: la frustración de haber dejado escapar la victoria en el último suspiro y el orgullo de haber demostrado que el fútbol dominicano puede competir con clubes de tradición y presupuesto muy superiores.
La expulsión del colombiano Juan Díaz, quien no podrá jugar en la vuelta, es otro golpe duro para un equipo que necesitará una nueva hazaña en Guadalajara para avanzar.
El arbitraje, la diferencia de trato y los incidentes extradeportivos empañaron lo que pudo ser una noche histórica para Cibao FC.
Sin embargo, este empate debe servir como un mensaje: el fútbol dominicano está en crecimiento, y los gigantes de la región ya no pueden permitirse subestimarlo.
Yo me inclino y quito el sombrero ante la gran demostración, entrega y sacrificio de los jugadores de Cibao FC.