Por Rafael Baldayac
El viernes 9 de abril de 1912, las noticias del hundimiento del Titanic opacaron por completo el acontecimiento más importante en Boston, pues robaron las portadas de los diarios estadounidenses al día siguiente, quedando muy poco espacio para hablar del primer juego oficial en Fenway Park y de las maravillas que la nueva casa de los patirrojos ofrecía a todos los aficionados.
No obstante cinco antes de la tragedia del Titanic el Fenway Park, el legendario estadio hogar de los Medias Rojas de Boston, acogió el viernes 9 de abril de 1912, el primer partido de su historia, enfrentando los Red Sox en juego de exhibición al equipo de beisbol de la Universidad de Harvard.
Eso quiere decir que cinco días después de aquel partido de exhibición y otro cinco antes del primer choque oficial, fue que se produjo el hundimiento del RMS Titanic, una catástrofe marítima ocurrida la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, cuando el transatlántico británico- de la naviera White Star Line—, que realizaba su viaje inaugural de Southampton a Nueva York.
El Titanic chocó con un iceberg en el océano Atlántico frente a las costas de Terranova muriendo 1,517 personas de las 2,223 que viajaban a bordo.
Los primeros fieles del Fenway se estremecieron cuando un viento maligno azotó Jersey Street. Aunque era principios de abril, las temperaturas heladas y las ráfagas de nieve eran más adecuadas para el fútbol.
Sin embargo, nada pudo disuadir a los fanáticos del béisbol acurrucados afuera de las ventanillas de boletos de echar un vistazo inicial a los Boston Red Sox de 1912 y su nuevo estadio de béisbol de última generación.
Tras una extensa jornada de construcción en los primeros meses de 1912, Fenway Park albergó su primer juego el 9 de abril, una exhibición entre los Medias Rojas y la Universidad de Harvard.
PARTIDO OFICIAL 5 DESPUES DEL TITANIC
Tras haber jugado durante una década en el Huntington Avenue Grounds, los Medias Rojas de Boston inauguraban su nueva casa el 20 de abril de 1912, un escenario que había sido construido en apenas seis meses, y con un costo de 600,000.00 dólares. Aquella tarde, 27,000 enloquecidos fanáticos celebraron la victoria de su equipo por 7-6 sobre los New York Highlanders.
A pesar de haber sido edificado en un área de 365,308 pies cuadrados (el actual Fenway Park cuenta con más del doble de esa superficie), resultaba un parque tan moderno y adelantado a la época, que sus 18 torniquetes para la entrada de los aficionados, eran la cifra más elevada para cualquier estadio de pelota en aquella temporada.
John I. Taylor, el propietario del equipo, había tenido la visión de construir ésta nueva maravilla de la arquitectura deportiva, un sueño que Charles Logue ayudó a convertir en realidad, haciéndose cargo del proyecto y la construcción.
Once días antes, los Medias Rojas habían enfrentado al Harvard College en un juego de exhibición, pero los grandes rivales neoyorquinos llegaron para inaugurar oficialmente el estadio, con aquella batalla de extra innings que redondeó la tarde de fiesta a favor de los locales.
Curiosamente, ese mismo día se inauguraba el Tiger Stadium, en Detroit, un escenario que cerró sus puertas hace ya casi 13 años y que terminó de ser derribado en el 2009.
Las noticias del hundimiento del Titanic opacaron por completo el acontecimiento más importante en Boston, pues “robaron” las portadas de los diarios estadounidenses al día siguiente, quedando muy poco espacio para hablar del primer juego en Fenway Park y de las maravillas que la nueva casa de los patirrojos ofrecía a todos los aficionados.
Pero no faltaron las hazañas y en aquella primera década de existencia, el inmueble vivió la coronación del equipo hasta en cuatro Series Mundiales, las jornadas gloriosas de Babe Ruth, el espectáculo de velocidad montado por Tris Speaker y la mágica temporada de Dutch Leonard, que en 1914 terminó con efectividad de 0.94.
A pesar de su mala suerte al principio, por la coincidencia con el suceso del Titanic, Fenway Park viviría su primera Serie Mundial en ese mismo 1912.
El 9 de octubre, muchísimos más de los 27,000 aficionados que albergaba el estadio, se daban cita para tratar de conseguir un boleto de entrada, y cuenta la leyenda que los “revendedores” no se dejaron esperar. Ante la incapacidad de tener la papeleta en la mano, estos añejos personajes vendían los lugares en la fila para comprar boletos.